Lo bello y lo siniestro        

En Lo bello y lo siniestro, Eugenio Trías contrapone dos categorías estéticas. Para llevar a cabo su estudio, se vale de obras de arte (pictóricas y cinematográficas), llegando a significativas conclusiones. Categorías estéticas que, en el presente ensayo, se ejemplifican con dos pinturas de Botticelli y el film Vértigo, de Alfred Hitchcock. Y es que Trías habla de la belleza de la poesía y de la filosofía, y entiende la novela como protocine, de tal modo que el teatro sería, a su vez, protonovela. Porque Trías va construyendo su propia teoría del arte, reflexionando sobre el mismo; teniendo siempre presente la célebre frase de Kant, quien afirmó que la mejor interpretación de una obra de arte es siempre otra obra de arte. E igualmente, hay que volver al filósofo alemán cuando dijo que el arte describe como bellas cosas que en la naturaleza serían feas y desagradables. Y esta es la magia de la alquimia artística, y su peligro. De ahí el error de mezclar lo moral y lo estético como si no fuesen conceptos diferentes y con frecuencia opuestos. Y más allá de este necesario y no siempre obvio matiz, en esta obra Trías habla, también, de los límites (Wittgenstein y otros trataron tal cuestión, aunque entendido en un sentido negativo) de la estética. Y es que el arte ha apurado (¿y apura?) esos límites, hasta el punto de arriesgarse a caer más allá. El caos late en el orden. La superación de lo bello es lo sublime. Más allá, acaso, lo siniestro (no hay que olvidar que lo bello es el comienzo de lo terrible, como afirmó Rilke). ¿Conjetura y desvirtuación? Esta fue, en cierto modo, la evolución del arte, del idealismo al romanticismo. Y así, después, las vanguardias y hasta hoy. De esto y muchas más cuestiones de interés trata este lúcido ensayo que fue galardonado merecidamente con el Premio Nacional de Ensayo en 1983.

David Baró

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